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viernes, enero 13, 2012

La biodiversidad es un elemento clave para el funcionamiento de los ecosistemas

Un equipo internacional de investigadores, liderado por el ecólogo y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos Fernando T. Maestre, concluye un estudio empírico cuyos resultados sugieren que la preservación de la biodiversidad vegetal es crucial para frenar los efectos negativos del cambio climático y la desertificación en zonas áridas. El trabajo se publica en la prestigiosa revista Science bajo el título “Plant species richness and ecosystem multifunctionality in global drylands”.


Los resultados de este estudio indican que el funcionamiento del ecosistema mejora conforme aumenta el número de especies vegetales, y que dicho funcionamiento disminuye conforme aumenta la temperatura media anual, en zonas áridas de todo el planeta. Si bien existen evidencias de que la biodiversidad es un factor importante para el correcto funcionamiento de los ecosistemas y que, por lo tanto, aquellos en los que conviven más especies proporcionan más servicios y funcionan mejor, este trabajo es el primero en evaluar de forma explícita las relaciones entre la funcionalidad del ecosistema y la biodiversidad bajo condiciones naturales a una escala global.


El muestreo de campo ha consistido en una observación directa de 224 ecosistemas naturales dispersos a lo largo de 16 países de todos los continentes excepto la Antártida, y ha sido completado por un escrupuloso examen de más de 2600 muestras de suelo, llevado a cabo en los laboratorios de las universidades Rey Juan Carlos (REDLABU), Pablo de Olavide (Sevilla) y de Jaén. Los investigadores han analizado 14 variables relacionadas con el ciclo de elementos esenciales para la vida, como el carbono, el nitrógeno y el fósforo, que son a su vez buenos indicadores del funcionamiento de los ecosistemas y de los servicios que nos prestan (mantenimiento de la fertilidad del suelo, control de la erosión, regulación del clima mediante la fijación de CO2 atmosférico, etc.). De esta forma, no sólo se ha estimado el estado funcional de los ecosistemas, sino que se ha obtenido información para poder identificar el inicio de procesos de degradación de los mismos que, en zonas como las estudiadas, pueden llevar a su desertificación.

Las zonas áridas tienen gran importancia a nivel mundial, ya que cubren el 41% de la superficie terrestre, alojan al 38% de la población humana y poseen una gran significación para el mantenimiento de la biodiversidad global, al albergar el 20% de los principales centros de diversidad de plantas y el 30% de las principales áreas de aves endémicas. Estos ecosistemas son también muy vulnerables ante el cambio climático y la desertificación, dos de los principales problemas ambientales a los que se enfrenta la humanidad. “Este estudio proporciona evidencias empíricas sobre la importancia de la biodiversidad para mantener y mejorar la funcionalidad de los ecosistemas áridos, semi-aridos y seco-subhúmedos. La calidad y cantidad de servicios ecosistémicos depende en buena medida de variables como las evaluadas, por lo que los resultados obtenidos indican que el aumento del número de especies de plantas puede mejorar la provisión de los mismos. Igualmente, y dado que la desertificación a menudo comienza con la pérdida de la fertilidad del suelo, dicho aumento puede también aumentar la resistencia del ecosistema frente a la desertificación”, afirma el Dr. Maestre.

En definitiva, este trabajo pone de manifiesto la necesidad de considerar la biodiversidad a la hora de conseguir ecosistemas más funcionales y resistentes frente al cambio climático y la desertificación. En este sentido, Maestre apunta que “los resultados indican que el calentamiento global que está sufriendo el planeta disminuirá la funcionalidad de las zonas áridas, lo que repercutirá negativamente en su capacidad de producir servicios clave para el mantenimiento de la vida sobre el planeta. A día de hoy no somos capaces de ponernos de acuerdo en limitar las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del calentamiento global, pero podemos contribuir a minimizar las consecuencias negativas del mismo, y a promover la resistencia de los ecosistemas frente a la desertificación, si se toman acciones decididas para conservar y restaurar la biodiversidad vegetal”, concluye.

La publicación de este estudio es la culminación de cinco años de investigaciones, y de un esfuerzo colectivo en el que han participado más de 50 investigadores pertenecientes a 30 instituciones de 16 países diferentes. Todo este trabajo, coordinado y liderado desde la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) por el profesor Maestre, ha podido ser ejecutado gracias a la financiación aportada por numerosos organismos públicos y fundaciones privadas en los distintos países. Entre los fondos recibidos destacan muy especialmente el proyecto BIOCOM, dirigido por Maestre y financiado por el programa Starting Grants del Consejo Europeo de Investigación (una de las convocatorias de proyectos más prestigiosa a nivel mundial, dedicada a financiar proyectos punteros de jóvenes investigadores) y la red de investigación EPES, financiada por el programa Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED) y coordinada por el Catedrático de Ecología de la URJC Adrián Escudero. La investigación realizada refuerza el trabajo iniciado a través del Programa Propio que impulsa el Vicerrectorado de Investigación de la URJC, que permitió a Maestre iniciar sus estudios sobre funcionalidad del ecosistema tras su incorporación a esta joven institución en 2005 gracias a un contrato de investigador “Ramón y Cajal” financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología. 

Vía: Madri+d, 13/01/2012
F:http://www.madrimasd.org/informacionidi/noticias/noticia.asp?id=51173&origen=notiweb

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